Inside Llewyn Davis. Director: Joel y Ethan Coen. Mike Zoss Productions. Estados Unidos, 2013.

En el documental No direction Home, Bob Dylan cuenta que a principios de los sesenta abundaban los músicos en el Greenwich Village, pero que pocos sabían de «las mentes y los corazones de los hombres». Ese sería, de hecho, un buen resumen para explicar el despegue de Dylan, que con su primer éxito, Blowin´ in the wind, consiguió hacer el folk mainstream, como se dice ahora… Y esta última película de los Coen, Inside Llewyn Davis va precisamente de un un músico que no lo logra, un buen músico que poco puede hacer más que sobrevivir gracias a los conciertos en algunas salas y a los préstamos de sus amigos… La historia del artista hambriento y muerto de frío, sin abrigo para el invierno, sin casa propia, que persigue su sueño por una obstinación misteriosa… Porque como el protagonista afirma más de una vez, sin creer en esos sueños, qué haría en la vida salvo dejarse existir…

Los hermanos Coen han hecho una película emocionante que, pese a sus faltas, se llena de vida por el talento de sus actores (John Goodman está sobresaliente en un papel mínimo), la atmósfera de su puesta en escena y la brillante banda sonora. Inside Llewyn Davis destaca sobre todo en esa poética que los hermanos Coen practican con soltura: la deriva, la aparente disolución de la trama, el avance narrativo sin un objetivo, solo por el puro placer de recrearse en lo contado, como en ese viaje a un Chicago fantasmal que emprende el protagonista con unos extraños acompañantes… Y luego, como pasaba en Barton Fink, un símbolo  sobrevuela toda la película y le da su aire de ensoñación: un gato  acompaña al protagonista desde el principio, no sabemos si para protegerlo o para cargarlo de mala suerte, hasta que Llewyn Davis reconoce que su destino está en buena parte en ese gato…

También en El  Varapalo, una crítica de Get Inside! Llewyn Davis  en un día neoyorkino de invierno.